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Las hilanderas

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En la brumosa atmósfera del telar de la fábrica de tapices, chirría la rueca en su lento girar milenario. De algún lugar, al fondo de la escena llegan indistinguibles voces y risas.

En primer plano, tres mujeres (Damiana, Carmen y Lucía), comparten sentadas, trabajo y confidencias. A los lados, otras dos mujeres (Clara y la joven Fermina), ayudan en las tareas.

Lucía (a la derecha, hilando).-

Sé que hay otra mujer...Lo leo en sus ojos cada vez que me huye el mirar.
Clara (de pie, a la izquierda).-

Imaginaciones tuyas, Lucía. Diego sólo tiene ojos para ti.
Damiana (en la rueca).-

El joven Diego es un buen mozo; y a los hombres hay que atarlos corto y tenerlos en vilo.
Lucía.-

¿...Y tú Carmen... A ti te parece que yo he sabido atar corto a Diego?
Carmen (en penumbra, en el centro).-

No sé por qué me preguntas eso a mí.
Lucía.-

Te lo pregunto a ti porque tengo entendido que estuviste saliendo con Diego antes de conocernos.
Damiana.-

¡Mira que calladito se lo tenía! Nunca nos habías contado nada, Carmina... ¡Tú y Dieguito!
Carmen.-

Bueno, estuvimos saliendo. Nada más.
Fermina (junto a Lucía, a la derecha).-

Habría que haberos visto, él tan grandón y tú tan menudita.
Clara.-

No seas mala, Fermina... Lo que no entiendo es por qué no nos dijiste nada.
Damiana.-

Y tú, Lucía. ¿Cómo te has enterado? ¿Te lo ha dicho él?
Lucía.-

No me lo había dicho nadie... Era... una corazonada.
Damiana.-

Pues, chica. Hay corazonadas que rompen el corazón.
Clara.-

Bueno, bueno... Aquí está pasando algo y yo no me estoy enterando.
Lucía.-

De eso se trata, de saber lo que está pasando... Y no de lo que pasó hace tiempo.
Fermina.-

A no ser que una cosa traiga a la otra...
Carmen.-

No sé dónde queréis llegar.
Lucía.-

Yo sé donde quiero llegar yo. Lo que no sé es hasta dónde piensas llegar tú, Carmen.
Fermina.-

¡Esto se anima!
Lucía (a Fermina).-

Tráeme un poco más de lana y cierra la boca.

[En el aire brumoso del telar, se espesa la tensión. Solo se oye ahora la rueca girando y una discusión al fondo, ya sin risas.

Lucía.-

No me lo vas a decir ¿verdad?
Carmen.-

Que te diga qué?
Lucía.-

Qué hay entre tú y mi Diego.
Carmen.-

Diego no es de nadie.
Lucía.-

Tuyo, desde luego, nunca. Antes te mato con estas manos.
Damiana.-

¡¡Basta ya muchachas, basta ya... Carmen, ve a por una jarra de agua... Y tú, Lucía, no descuides el hilo. ¿Entendido?
Carmen y Lucía.-

Sí, Damiana.

Las hilanderas de Velázquez

Pintura

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