
Dan Faraco
Mi gente florece en las esferas,
esperanza y horizonte fusionados

Un día
dejé de pensar en mi:
Aquel brillante instante
la espalda se tornó ligera;
decidió nace un hada;
me hice amigo de la noche oscura;
descubrí por qué el amor es
una llave...
Aprendí a pensar en tí.
Sentado a mi lado
quedó un nuevo amigo.
Unos le llaman belleza,
yo le llamo paz.
En tus manos, telares de esperanza...

La bahía de las peonías es un lugar de la mente.
Renace en cada mayo, irreductible y de flores.
Es su dulce propósito el liberar a los hombres.
Es la vieja ermitaña que conjura su secreto.
Te invita a esperar la luna contando botones de oro.
Calienta vetusto fuego sanando profundas heridas
limpiando oscuros recodos; de arpa, la música olvidada.
Noble, la mano callosa; los que ven, los que conocen
descansan en su mirada, en ella, la siempre-hermosa.
Viejo nombre, muchas caras; la esperanza de aquel trino,
trazo suave, de mañana, un abrigo en mi destino.