Fantasía murillesca del supuesto diálogo en una versión libre de la escena 4ª del 2º acto del "Don Juan Tenorio" de Zorrilla
Centra la atención una muchacha de amplia blusa blanca (Ana).
Está acodada en una ventana, con la barbilla apoyada en el puño, la mirada y la sonrisa felices, los hombros descubiertos, y un lazito bermellón en la raíz del pecho. A su izquierda, medio escondiéndose tras el postigo, hay otra mujer (ama Brígida). Parece de mayor edad, aunque su mirada es pícara. Con un pliegue de la toca blanca que le cubre la cabeza se tapa la boca y el brillo de una sonrisa. De la oscuridad nos llega la voz de un hombre...
Ana.-
¿Quien va?
Don Luis Mejía.-
¡Adivina quién!?
Ana.-
¡Don Luis!.
Mejía.-
El mismo que viste y calza.
Ana.-
...Por la ventana llamas ahora?
Mejía.-
¡Y cuan a tiempo salis, Anita.
Ana.-
Intuición femenina... Y qué os trae por aquí?
Mejía.-
Un empeño por tu beldad, con un hombre que temo.
Ana.-
Y qué puedes temer de él, si sois vos el dueño de mi corazón
Mejía.-
Anita mia, nada podrías comprender sin conocer su nombre y fortuna.
Ana.-
Sera vana tal suerte conmigo, Luisito. ¿Apenas unas horas nos faltan para la boda y te asaltan vanos temores?
Mejía.-
Pongo a Dios por testigo de que nada ni nadie teme mi espada cuando quien haya de ser venga cara a cara. Más este bellaco, como el tigre audaz, la hiena cautelosa y la astuta serpiente...
Ana.-
[le corta] Vale, mozo, vale. Duerma mi Luisito en paz, que ni tigres, hienas o serpientes temo cuando eres tú el hombre de mis sueños [y añade, para sí:] ...menudo partido eres! Como para perderte tonteando...
Ama Brígida.-
¿Hablas sola, niña mía?
Ana.-
No sabría, ama Brígia. Aquí estoy platicando con Luisito.
Ama Brígida.-
Buenas tardes don Luis, o noches...
Mejía.-
Buenas en cualquier caso, señora. Pasaba por aquí y me dije...
Ama Brígida.-
¡Bien dicho, don Luis! ...Bueno yo me retiro, que la labor me requiere.
Mejía.-
Id pues, doña Brígida.
Ama Brígida.-
Quedad con Dios, Mejía.
[En el aire fresco del anochecer, se espesa los aromas del galán de noche y el jazmín. Solo se oyen ahora los suspiros de la niña Ana.]
Ana.-
Hablamos de mi... amor?
Mejía.-
Pues bien, Ana, en nombre
de ese amor que me aseguras,
para no temer a ese hombre
voy a pedirte un favor...
Ana.-
Dilo, pero baja la voz
y acerca la carita
(que el silencio escucha).
Mejía.-
Como mi voz es mucha,
Anita, inclínate hacia mí
y te diré otra cosita.
Ana.-
Quita, quita...
que mis labios ya están rojos
Si quieres besarme, besa,
más no hagas mi boca presa,
bésame quedo en los ojos.
La ficha del erudito
Todos sabemos que el Don Juan de Zorrilla se inspira en el de Tirso de Molina, y el de éste en la vida real de un sevillano contemporáneo del señor Murillo: Miguel de Mañara (1627-1679). Un pájaro que tras una juventud muy disipada y harto libertina y no menos bravucona, enviudó con apenas 34 años de edad. Y mira tú por dónde, aquella ausencia de su infeliz esposa, le llevó a caer en la cuenta de lo perdidito que estaba. Solicitó entonces ser admitido en la Hermandad de la Santa Caridad. Ya se sabe: de pendón a mandón.
Hay que decir aquí que, precisamente para esta congregación pintó Murillo nueve cuadros sobre las "obras de misericordia". Y cuenta la historia que con ellos, el de Mañara, que llegaría a ser Hermano Mayor del contubernio, pretendía "estimular" a los relajados monjes, en su mayoría buenos mozos de la nobleza sevillana.
En cuanto al cuadro que hemos teatralizado con una coda musical de Imanol para el bello poema de Alfonsina Storni, la pintura ha tenido tantos nombres que nadie sabe cuál sería el que le puso el autor (si es que Murillo perdía el tiempo en eso, claro).
El descriptívo título ''Mujeres en la ventana" se convirtió en "Gallegas en la ventana" cuando el grabador Joaquín Ballester hizo su versión xilográfica en el siglo 18.
En la exposición de Londres de 1828 se retituló (muy británico esto), "La cortesana española" (por si no se entendía lo de gallegas y porque no quedaría elegante un más claro y directo "putas de ventana"...). En cualquier caso, los tratantes del arte y sus sabios retitularían el cuadro de nuevo con el redundante, moralizante y muy inexacto: "Muchachas españolas en la ventana".
Aún en el bando de los inmorales preclaros, hubo un título que pudo inspirar a don Francisco de Goya y Lucientes. Se cuenta que cuando el aragonés vio el cuadro de Murillo en la colección del duque de Almodovar, llevaba el título de "Celestina y su hija". De ahí que resulte muy ilustrativo apreciar que Goya pintase su "Maja y Celestina", en el que dos pícaras resueltas se asoman a un balcón.
Entretanto, desafiando el paso del tiempo, mozas y amas siguen sonriéndonos, para gloria de la humanidad entera y verdadera.